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Entrenar después de los 40: mitos, adaptaciones y beneficios reales

“Ya no tengo edad para eso”, “me da miedo lesionarme”, “el ejercicio es para jóvenes”. Estas frases siguen siendo comunes entre quienes tienen más de 40 años y quieren empezar (o retomar) una rutina de entrenamiento. Pero la realidad es muy distinta: nunca es tarde para empezar, y el cuerpo después de los 40 no solo puede adaptarse, sino también mejorar.

Soy Jose Javier y hoy vamos a desmentir algunos mitos que se dan en relación al entrenamiento a partir de los 40 y hablaremos de cómo entrenar a partir de esa edad, ¡allá vamos!

Mito 1: “Después de los 40 ya no se puede ganar músculo ni fuerza”

Falso. Aunque es cierto que a partir de los 30-35 años comienza un proceso natural de pérdida de masa muscular (sarcopenia), el entrenamiento de fuerza es la herramienta más eficaz para frenarlo e incluso revertirlo. Con un plan bien estructurado, es totalmente posible ganar fuerza, masa muscular y mejorar la postura y funcionalidad.

Mito 2: “El ejercicio es un riesgo a partir de esa edad”

El riesgo está más bien en no moverse. La inactividad está directamente relacionada con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, osteoporosis o depresión. Entrenar después de los 40 no solo es seguro cuando se adapta correctamente, sino que **reduce riesgos y mejora la calidad de vida**.

Adaptaciones necesarias (pero no limitantes)

A partir de los 40, lo ideal es ajustar el enfoque del entrenamiento para:

– Dar más importancia a la movilidad articular.

– Priorizar una buena técnica por encima de la carga.

– Incorporar días de recuperación activa.

– Escuchar más al cuerpo: adaptar intensidades según la energía, el descanso y el estrés.

Esto no significa bajar el nivel, sino entrenar con inteligencia.

Componentes clave del entrenamiento a esta edad

  1. Fuerza: para mantener músculo, mejorar metabolismo, evitar lesiones y conservar independencia funcional.
  2. Cardio: para salud cardiovascular, pulmonar y control del estrés.
  3. Movilidad y estabilidad: para moverse bien y prevenir dolores articulares.
  4. Recuperación y descanso: igual de importantes que el entrenamiento en sí.

Beneficios reales (¡y motivadores!)

– Mejora de la composición corporal (menos grasa, más músculo).

– Aumento de la energía diaria.

– Mejora del estado de ánimo y reducción del estrés.

– Prevención de enfermedades crónicas.

– Mayor calidad de sueño.

– Aumento de la confianza y autoestima.

Entrenar después de los 40 no solo es posible, es necesario. No se trata de competir con tu versión de los 20, sino de construir una versión fuerte, saludable y funcional para las próximas décadas. Con el acompañamiento adecuado, el ejercicio se convierte en una inversión en bienestar, autonomía y disfrute de la vida.

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